Desde la Sección Sindical de UGT en el Ayuntamiento de Algeciras hemos pedido a los Reyes Magos de Oriente que los 24 Policías que que superen la convocatoria para ingresar en nuestro Consistorio sean VOCACIONALES y no VACACIONALES. Todo ello por la salvaguarda del prestigio del Cuerpo y de la seguridad de los ciudadanos.
No se desprende lo mismo de la opinión que ERNESTO PÉREZ VERA expresa en el diario la Voz de Cádiz sobre un mando policial.
Enlace:
REPRODUCIMOS EL TEXTO PARA TODOS AQUELL@S QUE NO DESEEN REGISTRARSE EN EL DIARIO
Vocación policial o vacación policial, he ahí la cuestión…
Trabajar en algo sin sentirse ese algo, deja al descubierto cierta connotación infecciosa, mugrosa y chirriantemente pringosa
En absoluto soy perfecto, pero sí soy de los que cree en lo que hace y, por ende, hago aquello en lo que creo. Pienso que sin la entrega completa y el convencimiento total, ninguna empresa puede culminarse con la máxima eficacia. Estoy seguro de que todo lo que hice en el ejercicio de mi labor profesional estaba argumentado y dirigido a propiciar el aumento del bien común, el bien de la mayoría. La acción represiva de la Policía, siempre ejercida contra una minoría infractora, beneficia a la mayor parte de los integrantes de la sociedad, aun cuando se trate, por ejemplo, de imponer simples denuncias de tráfico y circulación. Con tal idealización del oficio de guardador de la ley pasé de la infancia a la pubertad, luego a la juventud y más tarde, ya «pollúo», a engrosar las filas de las fuerzas de seguridad. Pensar del modo que pienso es, desde mi punto de vista, una secuela de la vocación profesional. Es lo que tiene creer en lo que se es y representa. León Tolstói dijo: «El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere sino en querer siempre lo que se hace». Seamos policías, bomberos, médicos, jueces o carteros, algo falla si no estamos convencidos de que nuestra mera presencia bajo el uniforme, la bata o la toga, es en todo momento un motivo de satisfacción personal y de ayuda desinteresada al prójimo.
Hay quien hace de su profesión un estilo de vida, una filosofía personal, un ‘modus vivendi’. Algo difícil de comprender y respetar por según qué perfiles humanos y policiales. Sigo siendo una de esas ‘rara avis’ que es policía cuando habla, cuando respira, cuando huele e incluso cuando duerme, aun estando ya retirado del servicio; mientras que otros solamente trabajan de policía o en la Policía. Prometo que ahora, tras mucho tiempo transcurrido y bastantes lágrimas de por medio, me hubiera gustado ser de otro modo, porque creer en estas cosas y sentir profundamente te lo complica todo. Por desgracia, llegan en masa a la meta quienes no creen ni en ellos mismos. Considero que quienes responden que no se sienten policías sino que trabajan de ello, son personas que están de paso. Turistas. Paracaidistas sin rumbo ni competencia que han caído aquí, porque no encontraron mejor sitio en el que esperar la edad del jubileo. Empero los hay todavía peores, como aquellos que sostienen que trabajan en la Policía —ni siquiera como policías—, lo que de algún modo denota menos empeño y, de camino, destila más desidia. Trabajar en algo sin sentirse ese algo, deja al descubierto cierta connotación infecciosa, mugrosa y chirriantemente pringosa.
Algunos somos bichos raros, idealistas; ilusos, para muchos. Filósofos como Platón, Berkeley y Kant, son representantes de las teorías idealistas que defienden que para poder conocer las cosas se debe tomar en cuenta la conciencia, las ideas, al sujeto y el pensamiento. Majaretas, que dirán algunos. Dicho todo lo anterior, me pregunto: ¿puede un jefe de policía decir que no se siente policía? Parece que sí. Uno lo ha dicho en público, mientras otros muchos se suben al tren de la insinceridad y de la mentira cochina. Un tren, por cierto, que engancha vagones repletos de espontáneos aprovechados, de polizones y de oportunistas. Cuánto tunante hay por ahí agazapado. Cualquiera podría llegar a pensar, líbreme Dios de ello, que el sistema favorece los tsunamis de despropósitos y las cascadas de granujas.
En un periódico comarcal gaditano, un mando de un cuerpo de Policía Local recién ingresado en la institución directamente con la segunda máxima categoría posible, y con 38 años de edad, así se expresó en su día, a lo largo del presente siglo: «Yo no soy policía. Yo trabajo de policía. […] No aspiro a jubilarme haciendo esto. Podría hacer muchas cosas interesantes, y útiles, además de ser policía. Tuve la suerte de que mi familia pudo costearme estudios fuera de casa. Estudié empresariales». A la pregunta de por qué abandonó su trabajo anterior, manifestó: «Tenía la sensación de que se ganaba poco y de que se echaban muchas horas al día». Me surgen nuevas cuestiones, ¿da a entender este hombre que no le parece útil lo que hace ahora? ¿Es jefe de policía y dirige a más de 220 subordinados, para trabajar poco, para trabajar menos que antes o para tocarse la porra? ¡Qué asquito!
Permítanme, por favor, que me exprese en presente, aunque esté prematuramente jubilado. Admito, subrayo y grito que me repatea el estómago la idea de que la gente que supuestamente se dedica a lo mismo que yo, no sienta esta profesión como otros sí la sentimos. También me crea nauseas el hecho de que alguien que nunca ha regulado el tráfico, menos aún bajo la lluvia y con frío, ni detenido a personas, ni recibido improperios, empujones, patadas, escupitajos, pedradas, amenazas, etc., pueda dar órdenes sobre adónde, por dónde, cómo y cuándo hacer o evitar todo lo antedicho. ¡Muchísimos de estos no han ido a un juicio en su vacua vida!
El libro no lo es todo, si bien nunca hay que olvidarlo ni guardarlo. Pero cuidado, a este señor hay que reconocerle algo que valoro mucho, la sinceridad mostrada ante el entrevistador. Este tío tuvo la decencia de decir la verdad: que pasaba por aquí cual viajero, que decidió apearse y que va a quedarse hasta que le propongan algo más rentable y cómodo. Sin duda alguna, ahora gana más dinero que antes, toda vez que durante la entrevista expuso que esa fue una de las razones que lo empujaron a cambiar de frente laboral. Y valoro esta franqueza porque bajo el sello de la vocación se mimetiza mucho intruso que miente con descaro o que bien confunde el deseo de vestir un uniforme, con el compromiso, con el interés y con la entrega que debe poner sobre la mesa toda persona investida del carácter jurídico de agente de la autoridad.
¡Ah! Matiz importante que no pocas veces recalco: no es lo mismo ir al trabajo, que ir a trabajar. El primero va, y no rinde; y el segundo está, y produce.
ERNESTO PÉREZ VERA